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lunes, 19 de enero de 2009

El espejismo y las falacias del TLC

mylkar D. Acosta M, El Periódico, Bogotá, enero 18 de 2009
Tomado de http://www.recalca.org.co

No faltarán los agoreros del desastre, quienes vaticinarán las peores desgracias para este país a falta de la aprobación del TLC con los Estados Unidos. Pero, no hay tal, a la prueba está que no sólo hemos podido sobrevivir a estos dos años largos de espera de su aprobación sin que la economía colombiana sucumba, sino que sin él la economía ha tenido un desempeño envidiable.

A contrario sensu, quienes como México lo tienen han crecido muy por debajo de Colombia y están ahora más expuestos a los devastadores efectos de la crisis financiera, precisamente por su más estrecha dependencia de la economía americana. Vale la pena resaltar cómo al término del primer año de vigencia del TLC entre los EEUU y los países de Centroamérica y República Dominicana (CAFTA), el balance fue más beneficioso para los Estados Unidos que para su contraparte. De un saldo en rojo pasó a tener uno superavitario y no es para menos, habida cuenta que mientras El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua exportaron a los EEUU 1.43% más, los EEUU les exportó un 18% más.

Para quienes ponían en duda el costo fiscal que le puede llegar a representar al país, es el propio Departamento de Comercio de los Estados Unidos quien se encarga de proporcionarnos la prueba reina para disipársela. Pues bien, basta ingresar a su página web y en la parte superior derecha se resalta un contador que reporta cada décima de segundo la cuantía de los impuestos causados por el ingreso de sus exportaciones al mercado colombiano. Es una especie de “taxímetro”.

En efecto, hasta el día 19 de noviembre a las 2:38 de la tarde, después de 729 días contados a partir de la firma del TLC, los Estados Unidos habían cancelado por concepto de pago de aranceles la suma de 1.375´184.386 dólares. Es decir, que los estimativos que hizo el entonces Ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla sobre el hueco fiscal que se abriría con el TLC, de US $300 millones anual, más que se duplicarían. Sería inimaginable la crisis fiscal a la que se vería abocado el país, que sigue arrastrando un déficit del gobierno central superior al 3% del PIB, máxime ahora cuando el país se encamina hacia un déficit mayor merced al impacto de la crisis global.

Podemos, entonces, concluir que lo mejor es lo que sucede, que, como dice el adagio popular no hay mal que por bien no venga; gracias a Dios el Congreso de los Estados Unidos no ha aprobado dicho tratado. Ello le permite al país apretar el paso para dotarse mejor en materia de infraestructura y logística, robustecer su aparto productivo, elevar su competitividad y diversificar su oferta exportadora, así como también sus mercados externos, para prepararse y así lograr una mayor y mejor inserción en el mercado global. No hay tiempo que perder, la urgencia de ejecutar la Agenda interna para la productividad y la competitividad, no depende de la aprobación o no del TLC con los EEUU, es la apuesta por una Colombia moderna, competitiva e incluyente.

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