Jorge Enrique Robledo, Bogotá, 12 de junio de 2009.
Solo por una conspiración podría terminar acusado de tener o haber tenido algún vínculo con las Farc o con cualquier otra organización al margen de la ley. Pero como en Colombia estamos, me siento ante una conjura montada con irresponsabilidad o, peor aún, con una lógica tenebrosa y corrupta. Esta certeza tiene que ver con que, como es obvio, sé qué he dicho y hecho en cada pasaje de mis cuarenta años de vida política, regido siempre por las concepciones del MOIR, organización que nació con una posición de principios en contra de la lucha armada y el secuestro en Colombia.
Hay que ignorar la historia política de Colombia para no saber que el MOIR –al igual que otros sectores de la izquierda, la verdad sea dicha– no solo no participó ni respaldó moralmente la lucha armada, sino que siempre se le opuso en público, incluso cuando era bien difícil hacerlo. Además de las razones de principios, también explicamos que esa violencia estorbaba el logro de las transformaciones democráticas que el país requería y aún requiere, concepción que afortunadamente hoy pocos controvierten. Cuánto nos costó en esos momentos plantear, desde la izquierda, ese punto de vista, mientras actuaban al menos cuatro grupos guerrilleros con resonancia nacional e internacional, que contaron con cierta benevolencia social derivada de un régimen que ya era inicuo y del romanticismo que inspiró la revolución cubana. Bien complicado resultó derrotar una idea absurda que tuvo bastante fuerza: solo quienes respaldaban o justificaban la lucha armada podían reclamar para sí el honroso título de izquierdistas.
No nos habríamos vinculado al Polo Democrático Alternativo si la oposición a la lucha armada, al secuestro y a todo acto terrorista no fueran pilares del programa que unió a la izquierda democrática colombiana, posición que se ha expresado en decenas de declaraciones. Si hay un hecho de importancia histórica capital que ignorantes y politiqueros le niegan al Polo como un aporte positivo suyo al avance de las concepciones democráticas en el país, es que esta organización sentó veredicto sobre lo inaceptable de prácticas que se presentan como legítimas porque se realizan en nombre de la izquierda. Falta a la verdad, y lo hace con fines protervos, quien diga que esto no está claro en el Polo. De lo dicho se deduce algo que tampoco se puede dejar pasar: la lucha armada y el secuestro tampoco fueron legítimos antes de la Constitución de 1991.
Ante esta historia, confirmada por décadas de actuaciones públicas impecables que el país bien conoce, no dejó de sorprenderme, con ingenuidad que reconozco, que por petición de la Policía el Procurador General de la Nación, doctor Alejandro Ordóñez, decidiera abrirme indagación preliminar por “presuntos vínculos con grupos al margen de la ley”. Aunque este acto jurídico no constituye una acusación, sin duda sí me lesiona políticamente, así luego se confirme, como estoy seguro que sucederá, que no he hecho nada que justifique esta indagación.
Con toda la tranquilidad de mi conciencia responderé a cualquier requerimiento, pero por ello mismo rechazo indignado lo que mi íntima convicción me lleva a calificar como una siniestra conspiración en contra mía por parte del gobierno que preside Álvaro Uribe Vélez, gobierno que ha mostrado hasta dónde es capaz de llegar cuando en la propia Casa de Nariño se reunieron altos funcionarios de ese despacho y del DAS con delegados de reconocidos narcotraficantes para conspirar contra la Corte Suprema de Justicia.
Me están cobrando mi frontal oposición a las políticas del gobierno, más los debates, entre otros, contra los TLC en el país y en el exterior, el tapen tapen presidencial para proteger a los parauribistas, la inmoralidad del ministro de Justicia, los negocios de los hijos del Presidente y el propósito de convertir a Colombia en una tiranía. Además, intentan silenciarme, al igual que amilanar al Polo y a todo aquel que se oponga al uribiato.
Pero que el Presidente Álvaro Uribe sepa que este senador, que se esfuerza por representar con dedicación y honradez la dignidad nacional y la democracia auténtica, no se va a silenciar. Y estoy seguro de que tampoco retrocederán los demás que resisten desde otras concepciones.
Cuán orgulloso me siento de no haber votado por el Procurador General de la Nación.