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sábado, 13 de junio de 2009

¿ES CARLOS GAVIRIA LA VERDADERA “HECATOMBE”?

Aurelio Suárez Montoya, Bogotá, junio de 2009.

Desde hace algún rato los Plinios del periodismo colombiano han desatado un infamante ataque contra Carlos Gaviria. “Anti reeleccionista reeleccionista”, al que se le imputa “un mando excluyente y disolvente” del Polo; inspirador “del suicidio asistido” del Polo; que quiere consolidar un partido “con la ortodoxia que lo rodea”; y, como en la orquestada campaña unos se citan a otros, alguno concluye, con base en expresiones como las aquí consignadas, que “en el Polo sólo van a quedar los más rancios estalinistas, los mamertos agrios y ciertos manzanillos cuya ambición pecuniaria y burocrática es más que evidente”. En la variada amalgama constituida se han incorporado también ciertas plumas que conservan el remoquete de “izquierdistas”, como otrora militantes de grupos insurgentes o como tolerantes con los mismos en épocas pretéritas. Se completó un “arco iris” de críticos que valida con ese pluralismo la justeza del ataque. No hay una sola refutación a las tesis de Gaviria, sólo descalificaciones y diatribas en los que, desde luego, no se ahorran ni modos ni formas, desde equipararlo con Uribe y Kim Jong Il, a la vez.

Cualquier ciudadano podría preguntarse cuál es la verdadera razón por la cual Carlos Gaviria es hoy la personificación del Anatema. Basta escuchar una reciente entrevista suya en televisión entregada a la periodista Margarita Vidal para encontrar el leitmotiv de la panda en mención. Al responder sobre las propuestas principales para Colombia, Gaviria no vaciló en destacar tres: 1) Rescatar la Dignidad Nacional, reprobando el indignante estado de postración de Colombia frente a Estados Unidos y buscando una relación de respeto mutuo, entiéndase sin Plan Colombia, sin bases militares, ni tratados comerciales colonialistas; 2) Un cambio de modelo económico, donde el Estado retome la orientación de la economía y el rumbo principal de la política pública sea hacia el pleno empleo de todos los recursos productivos empezando por el trabajo y haciendo para ello las reformas institucionales a que haya lugar; 3) La plena vigencia de la democracia, entendida como el ejercicio de los derechos fundamentales y ello como base de la seguridad en todos los campos para todos los asociados.

Esa claridad, sin ambigüedades, libre de retorcidas y altisonantes oratorias o de ridículos chascarrillos para ocultar las causas primeras de los males del país y la indispensable terapia que se requiere para erradicarlos, hace de Gaviria, el único, sí el único candidato, que se sale del libreto de las viejas concepciones imperantes. Que pugna por conducir a la Nación por el camino del ejercicio cabal de las libertades ciudadanas, desechando el miedo como soporte del poder, enfrentando las suciedades políticas, que han hecho de la democracia colombiana algo menos que una “de papel”, y revocando al, ése sí ortodoxo, neoliberalismo, que acabó por convertir a la sociedad nacional en una de las más desiguales del mundo. Por eso Gaviria es de Izquierda Democrática, por eso no es indiferente al proyecto uribista, ni a la reelección de su Sumo Pontífice ni a la escogencia del prosélito que imponga en el acto de ventrílocuo que también ensaya y en el cual muchos se relamen por representarlo aún a costa de envilecer su propia identidad.

La amplitud del proyecto de Carlos Gaviria la sintetizó él mismo en un artículo aparecido en El Tiempo el pasado domingo 7 de junio: “ningún demócrata que de verdad lo sea”, “no sería renuente a compartir” las metas propuestas en el Ideario de Unidad del Polo, dentro del cual se circunscriben sus proposiciones en esta campaña hacia la Presidencia. Los intelectuales colombianos no consideramos a Carlos Gaviria como poseedor de una inteligencia superior pero sí de una honestidad egregia, a contramano de la de algunos de estos gacetilleros, que, cuando abandonan las teclas del computador, vuelven a lo que realmente los desvela, los negocios y las comisiones que derivan de ahí, en los cuales se comportan a semejanza de los hijos del Ejecutivo.

Sin duda, Carlos Gaviria es una verdadera “hecatombe” para ellos, para sus símiles o para quienes están detrás de sus infamias.

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